"Hacer el bien a los demás, empujar la rueda del progreso, y no pasar como una sombra vana que no deja huella alguna a su paso", escribió André Gide en su Diario, el 15 de mayo de 1888. Apenas lo había iniciado el 18 de febrero. Como fundador de Gallimard rechazó un manuscrito: En Busca del Tiempo Perdido, de Proust. Luego se lamentó, se disculpó, le envió cartas exhibiendo su vergüenza. Amistaron, pero Marcel nunca lo perdonó del todo.
El mundo de la literatura lo recuerda como un error, una mancha en el expediente del escritor y editor que no supo reconocer uno de los más grandes talentos de la literatura mundial. Cómo pesa en la biografía de Gide un asunto, una decisión circunstancial, un instante.
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