domingo, 19 de diciembre de 2021

Salvador Elizondo

Hoy cumpliría años Salvador Elizondo, uno de lo mejores escritores mexicanos. 

Desde mi silla, ante la computadora, escribo esto en su memoria y reproduzco de uno de sus libros, El Grafógrafo, un minúsculo fragmento:

  

"Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaría escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo".

viernes, 3 de diciembre de 2021

Un reloj, un libro

 

Se vive, se crece rodeado de objetos, que de tanto convivir con nosotros acaban por desaparecer. El viejo reloj de pared, que un día adornó la cocina de la abuela y que hoy miro polvoso y deslucido, está tan vinculado a ella que al moverlo un poco aparece atrás un color diferente. Es una muestra del color que se fue poco a poco, sin sentirlo.

Ls libros suelen ser también objetos que olvidamos.

José Luis Velarde me comentó una vez que en un par de ocasiones, al menos, había comprado libros, con el entusiasmo del lector que tropieza con una joya, para sufrir más tarde la desilusión de encontrar en el librero de su estudio una copia adquirida tiempo atrás. Creo que no importa. Seguramente la primera copia tuvo menos importancia que la segunda. En todo caso, la segunda refrendó sus gustos y aficiones.

Hay cosas que permanecen. 

Como el color que permanece atrás del reloj de pared.

viernes, 7 de mayo de 2021

Tandy

Hay un cuento de Sherwood Anderson que describe a un alcohólico enamorado de una niña cuyo padre, obsesionado contra la religión, la tiene abandonada. 


Para el borracho, esa niña crecerá hermosa y fuerte y será digna de ser amada. 


A ella inventa le un nombre: Tandy. Imagino que de ahí tomaron el nombre para las computadoras, fuertes y dignas de ser amadas.


Lástima que ya desaparecieron. Las computadoras Tandy, por supuesto.


El cuento sigue ahí.