Se vive, se crece rodeado de objetos, que de tanto convivir con nosotros acaban por desaparecer. El viejo
reloj de pared, que un día adornó la cocina de la abuela y que hoy miro polvoso
y deslucido, está tan vinculado a ella que al moverlo un poco aparece atrás un color diferente. Es una muestra del color que se fue poco a poco, sin sentirlo.
Ls libros suelen ser también objetos que olvidamos.
José Luis Velarde me comentó una vez que en un par de ocasiones, al menos,
había comprado libros, con el entusiasmo del lector que tropieza con una joya,
para sufrir más tarde la desilusión de encontrar en el librero de su estudio
una copia adquirida tiempo atrás. Creo que no importa. Seguramente la
primera copia tuvo menos importancia que la segunda. En todo caso, la segunda
refrendó sus gustos y aficiones.
Hay cosas que permanecen.
Como el color que permanece atrás del reloj de pared.
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