Autobiografía del dolor intransferible
“la función de la crítica viene definida por el clásico:
la crítica es aquella que tiene la obligación
de interrogar al clásico”
J. M. Coetzee. ¿Qué es un clásico?
Conferencia. Costas Extrañas.
En el epígrafe
transcribí esta breve frase de John Maxwell Coetzee, ya que en el mismo ofrece
la pauta tanto de su escritura creativa como de su trabajo como crítico, tan respetado
y admirado, erudito y profundo, sin ser oscuro. No es sólo el narrador fino y riguroso,
es también el aguzado comprendedor de otros autores. Dice, además, que clásico[i] es aquello (arte, música,
literatura) que sobrevive al asedio de la barbarie, que se define por la
supervivencia. La afirmación constituye una metáfora que si bien no define el
asunto –adelanto que tampoco me interesan ahora las definiciones, sino abordar
el centro del libro–, ni delimita con precisión el objeto de conocimiento; ofrece,
más bien, una luz que nos permite entender su visión acerca de la literatura.
La lectura de sus ensayos me dice que hay algo de político y algo de
historiador en el crítico literario, algo de cocinero también, que deshecha
recetas anacrónicas y coloca como ingrediente principal un aspecto
profundamente humano: la supervivencia.
¿Cómo y cuándo
llegué a Coetzee? ¿Por qué, de la noche a la mañana me vi buscando sus
libros, todos, para leerlos uno tras otro? De él sólo conocía algunas pocas referencias
publicada en revistas. No sentía interés por su obra. Ni siquiera cuando le
dieran el Premio Nobel en 2003, pero los premios Nobel no siempre me parecen
relevantes. No obstante, un día me encontré al poeta Antonio Huerta,
conversamos de libros y autores y me dijo que acababa de leer Hombre Lento, le había sorprendido y me
lo recomendaba ampliamente. Lo compré, leí y compartí su opinión. Pocas veces
encontramos autores que nos colmen, que nos atrapen. Tengo en esa carpeta a Dostoievski,
García Márquez, Vargas Llosa, Kafka, Bellow, Philip Roth, Vila-Matas, Bradbury,
Borges, Bioy, entre otros. Coetzee se incorporó de inmediato a la lista. Leí
luego Esperando a los bárbaros (una
metáfora estupenda de una sociedad decadente que sólo aguarda el momento fatal
de la invasión bárbara); le siguieron
Foe, La edad del hierro, Elizabeth Costello, Desgracia, Infancia, Verano, Juventud,
Vida y época de Michael K, En medio de ninguna parte, Diario de un mal año,
Aquí y Ahora (intercambio epistolar con Paul Auster) y recientemente La infancia de Jesús; pero hubo uno que me
conmovió sobremanera, con la intensidad de Desgracia
y de Hombre Lento: El maestro de Petersburgo (1994), que conseguí apenas hace unos meses[ii].
¿El maestro de Petersburgo es una novela? Desde las primeras
páginas el libro nos entera de que el personaje central es Dostoievski (para evitar confusiones, cuando escriba Fedor me refiero al personaje de Coetzee; Dostoievski será el escritor del siglo XIX) un
reputado escritor en la Rusia del siglo XIX, que viaja a Petersburgo en 1869
porque ha muerto su hijastro. Advertimos entonces que el hijastro del Dostoievski
real murió después del escritor. Este hecho nos indica que no se trata de una
biografía. Se trata, en todo caso, de un claro ejemplo de metaficción, donde el
texto usa la realidad y la confunde con la ficción, recurso que usa
admirablemente. Pero además es profundamente autorreferencial, pues aquello que
Orhan Pamuk llama el centro secreto[iii] de una novela lo
constituye aquí la parte emocional; la historia contada es un pretexto para que
el autor ofrezca un homenaje a otro autor y para dejar escapar algo muy personal.
El homenaje es para Dostoievski; el asunto personal es muy íntimo y
doloroso: la muerte de un hijo. Dice Pamuk que a veces el centro secreto de la
novela no es la historia que se cuenta, sino la vida misma. En el Conde de Montecristo,
por ejemplo, están la pasión y la venganza como centro. En este caso, el personaje
siente que nunca logró entablar una relación de amor con su hijastro, hubo incomprensión
entre ambos, separaron sus vidas, y ahora la culpa se aferra al corazón del
personaje. Culpa de no acercarse y hablar o romper diques a tiempo, culpa de
irse a otro país a vivir, culpa de no hacerse amar. Dolor al encontrar que su hijastro
no lo ama y en todo caso lo detesta. Una novela de realismo sicológico, una novela
histórica, que esconde una autobiografía del dolor personal, intransferible.
El libro es un
claro homenaje, no sólo por usar a Dostoievski como personaje central de la
novela, sino porque utiliza algunos nombres de sus novelas y el tema refiere a
un hecho de la historia rusa –deformado, falseado, novelado–, que el mismo autor novelizaría en Los Demonios[iv], las andanzas del nihilista
Necháiev, un enloquecido terrorista que asesinó a uno de sus colegas más
cercanos. El escritor se enteró del hecho por su hijastro y decidió escribir
una novela para denunciar lo que a su juicio conduciría a su patria a la ruina.
En Los demonios el terrorista se
llama Verjovenski. Serguéi Necháiev, para Coetzee y para la historia rusa. Necháiev
se muestra perverso. Cree, no que representa al pueblo, sino que ambas
voluntades, la colectiva e imaginaria del pueblo y la suya son la misma
cosa. Frases como: "Eso es algo que el pueblo entiende y aprueba. Al
pueblo no le interesan los casos individuales. El pueblo ha vivido
padecimientos de toda clase desde tiempo inmemorial; ahora, el pueblo exige que
sean ellos los que sufran." Se refiere a una lista de personas que serán
asesinadas. Y anuncia la existencia de una lista de sacrificados. Es el terror.
En el Diario de un Escritor de Dostoievski leo un pasaje que me parece sería la
fuente de uno de los capítulos de El
Maestro de Petesburgo: “Veo a un chico aún muy pequeño, de unos seis años o
incluso menos, que se despierta una mañana en un sótano húmedo y frío. Sólo
lleva puesta una especie de blusa y tirita. Su respiración se escapa en forma
de blanco vaho; sentado en un rincón, encima de un baúl, el muchacho mata el aburrimiento
exhalando esas nubes de vapor y contemplando cómo se disipan. Pero tiene mucha
hambre. A lo largo de la mañana se ha acercado varias veces a la tarima, donde,
sobre un jergón tan fino como una torta de aceite, y una especie de hatillo
bajo la cabeza a modo de almohada, yace su madre enferma.” En la novela de
Coetzee, Necháiev conduce con engaños al escritor hasta un sótano: “Se da la
vuelta y contempla el húmedo sótano. ¿Qué es lo que ve? Tres niños ateridos,
famélicos, que esperan al ángel de la muerte…. Lo único que ve usted son las miserables
circunstancias que prevalecen en este sótano, en el que ni siquiera se debería
condenar a vivir a una rata, a una cucaracha. Ve el patetismo de tres niños que
se mueren de hambre; si espera un poco, también verá a su madre, una mujer que
para traer a casa un mendrugo de pan tiene que venderse
por las calles”. La
intertextualidad me parece evidente.
¿Se sirvió Coetzee de este libro para esclarecer
sus propias emociones respecto
de la muerte de su hijo? El tema de la relación de los hijos con los padres
parece ser importante para él, como lo fue para Dostroievski[v]. Quizá
tuvo una relación difícil con su hijo, lo ignoro, pero la novela, y sus otras
novelas, sobre todo las claramente autobiográficas ofrecen algunos datos. Por
su parte, Fedor el personaje de la novela está confundido. "No puede
pensar, no puede escribir, no puede dolerse ni llorar más que por sí y para
sí", escribe Coetzee, y quizá no lo dice por el ruso, sino porque su
propio dolor necesitaba ser convocado, exhibido, expulsado. Vale la pena
señalar que el autor ruso tuvo un padre como el de Necháiev. Un sujeto borracho,
muy agresivo, que murió a manos de los mujiks. Se dice que lo golpearon y le
obligaron a beber alcohol hasta que falleció: "Su padre, cada vez más
embrutecido, trataba a sus mujiks con extrema crueldad, y ellos, en junio de
1839, lo asesinaron. Dostroievski, quien desde su temprana infancia temía y odiaba a
su padre, sintió que el crimen de los campesinos recaía sobre él. Este parricidio,
que nunca cometió, pero que secretamente deseaba, podría ser la causa de su
epilepsia”, según algunas especulaciones[vi].
Los remordimientos le obsesionaron durante toda su vida y sólo logró expiarlos
con su última novela, Los hermanos Karamasov,
en la que recreó con sinceridad masoquista las circunstancias y consecuencias morales
de ese asesinato". Si bien la mía es una visión extraliteraria, que
debiera centrar la atención en la novela y nada más, encuentro que los
fragmentos –en la obra son constantes– donde brota el padre angustiado, atormentado,
dolorido son tan crueles y profundos que resulta inevitable pensar que en ellos
se depositó la pena del padre.
Fedor viaja,
al iniciar la novela, con el aparente fin de recoger las pertenencias de
Pavel, el hijastro que se suicidó. El padrastro arriba a la pensión donde aquel
vivía, atendido por una mujer aún joven, madre de una pre adolescente, para enterarse
de los hechos y recoger las pertenencias. Renta la habitación donde viviera su
joven hijastro, huele y usa sus ropas. Se las pone. La narración avanza
contenida por una prosa seca, ruda, abrupta y terregosa, emocionalmente
profunda. Algo provoca que entre él y la mujer aparezca el sexo. El texto sugiere
que la madre y la hija estaban enamoradas de Pavel. La niña entra en conflicto
con el padrastro y fastidia la relación entre él y la mujer. El visitante, que
sería un huésped temporal, alarga su estancia, a la manera de los personajes de
Kafka. En la calle la vida sigue una trama policiaca. Se entera entonces de que
su hijastro estaba vinculado a un grupo de nihilistas, cuando la policía
interviene y la novela de Coetzee se entrecruza con Los demonios[vii],
que a su vez se originó por la guerra personal que su autor sostuvo contra aquella
corriente nihilista, terrorista, que tanta influencia tuviera en la vida
política de la Rusia del siglo XIX.
La novela se plaga
de referencias. La vida y la obra de Dostoievski nutren a El maestro de
Petersburgo. Sin embargo, creo que lo mejor de la novela no es la trama. Los fragmentos
más impresionantes son aquellos donde se despliegan las emociones de un padre
que perdió a un hijo, que quisiera recuperarlo, darle de inmediato el afecto
que ya no podrá, un padre que se sorprende al leer en los cuadernos de su hijo el
desamor y el rechazo al hombre que desposó a la madre, que reemplazó a su verdadero
padre. El padre biológico fue un sujeto de mala vida, pero el hijo, en su fobia
contra el padrastro, acabó idealizándolo. Es el drama doloroso de un padre que
ama a su hijastro como si fuera propio, que sabe que ya no podrá decirle que lo
ama y que busca en el olor perdido en las sábanas, en la mujer, en la tierra
que cubre la tumba, una forma de comunicarse con él y restablecer el equilibrio
perdido.
El personaje
central -Fiódor- es un hombre perdido en el dolor, dubitable, que busca al
hijo y se busca en él, cree que debe recuperar los papeles de Pavel, que
conserva la policía, pues de alguna forma estarían en ellos la clave para
reconocer al hijo perdido y recibir el perdón. Recuperará, al final de la
historia, su vocación de escritor. Y sabrá que escribir es un acto de traición.
Sus personajes: Fedor, la hostelera y su hija, el hijo muerto, el nihilista,
el policía, pertenecen al museo de personajes de Dostoievsky. La referencia es
entonces múltiple, el homenaje es evidente. Son arquetipos, es el buen sentido
de la palabra. Hay autores que abren puertas y autores que las cierran. Dostoievski
pertenece al primer grupo. También Coetzee abre puertas. Me pregunto si en el
futuro algún Harold Bloom lo incorporará al Canon de Occidente.
¿Y cuál es el
centro secreto de esta novela? Mientras la leía me preguntaba cuál era el
asunto central propuesto por el autor. Me explico: busqué opiniones y críticas
a la obra y, finalmente, encontré mi respuesta. Quienes han estudiado su obra
coinciden en señalar la influencia de Ford Madox, Beckett, Kafka y Dostoievski.
Supongo que habría que añadir a Daniel Defoe, otro maestro de la metaficción, a
quien también rinde homenaje y críticas con Foe,
novela que supone otra visión del Robinson
Crusoe, gracias a la inclusión de un personaje femenino. Como ellos, usa
sus dolores y circunstancias para escribir. Creo que el centro secreto es el
dolor del padre, que se resuelve en la escritura. "Si hoy escribe con
tanta claridad –narra casi al final del libro– es porque ya no está escribiendo
para que ella lo lea. Está escribiendo para sí mismo, está escribiendo para la
eternidad. Escribe para los muertos… Ha traicionado a todos; tampoco entiende
que esas traiciones podrían ir aún más allá. Si alguna vez quiso saber si la
traición sabe más a vinagre o a hiel, ahora ha llegado el momento.”
Coetzee es
reacio a las entrevistas, se niega a mencionar su vida y usa el correo
electrónico para responder preguntas de manera escueta y seca. El entrevistador
John Carlin afirma que “Coetzee es
uno de esos genios que padecen el síndrome de Greta Garbo. Desea que se le
quiera por su arte, pero sólo por su arte. Él prefiere mantenerse apartado del
mundo. Es un ermitaño…” [viii] A
pesar de ello, encontré un artículo –un solitario artículo en el maremágnum de la Internet– que comenta la muerte del hijo, a los veintitrés años, al caer de un
balcón. Huelga decir que este parece ser el centro secreto de la novela. Además, el cáncer le arrebató a la esposa. Tal parece que se niega a hablar de las tragedias personales, pero en su escritura da salida a su hermetismo. Un
ejemplo de la fuerza emocional que fluye constantemente por la narración:
“Aprieta la frente contra el tejido y muy
débilmente le llega el olor de su hijo. Respira hondo una y otra vez, pensando:
es su espíritu, que entra en mí.”
O bien:
“…hace diez días que Pável ha muerto. Con cada día
que pasa, los recuerdos que aún puedan flotar en el aire como las hojas de
otoño van cayendo al barro, y allí son pisoteados, o bien se los lleva el
viento por los cielos cegadores. Solamente él aspira a recoger y a conservar
esos recuerdos. Todos los demás suscriben el orden que impone la muerte
primero, el duelo y el llanto después, y luego el olvido. Si no olvidamos,
dicen, pronto el mundo no será más que una inmensa biblioteca”.
Sé que es una visión extraliteraria[ix].
Afirmar que el origen –el centro,
diría Orhan Pamuk– de la novela se encuentra en el dolor del padre-autor es una
mera suposición. Todos los artículos que leí insisten en la relación evidente
entre Dostoievski y Coetzee, poco ven los textos que muestran el dolor del
padre. Me parece que el autor buscó reconocer a Dostoievski y al mismo tiempo
usarlo para liberar su propia condición de padre mutilado. Cuando se leen los
fragmentos del hombre que lamenta la pérdida del hijo, cuando narra cómo
intenta invadir el espacio que ocupaba el hijo muerto a través de la cama y la
ropa e incluso de la que quizá fuera su mujer, cuando leemos los lamentos,
comprendemos que el dolor terrible de perder a un hijo es interminable e intransferible.
Es una suposición que se fundamenta en la exigencia de Coetzee, cuando lo
entrevistan, de no preguntar nada de su esposa y su hijo fallecidos. Poco se
sabe de Coetzee, con todo y su autobiografía en tres tomos. Que es sudafricano. Que nació en
Ciudad del Cabo en 1940 y muy joven abandonó su tierra y ha radicado en Gran
Bretaña, Estados Unidos y Australia. Lo que sabemos está contado en sus libros autobiográficos[x] Ese
afán de verse desde lejos, a distancia, como si fuera otro, no descarta del todo
sus emociones. Un hombre hastiado de la violencia que asola a Sudáfrica, pero
que sabe que no es exclusiva, que la humanidad se agrede en todo el mundo:
“Él lee las noticias y se siente sucio. ¡De modo que es a esto a
lo que ha regresado! Sin embargo, ¿en qué lugar del mundo puede uno esconderse
donde no se sienta sucio? ¿Acaso se sentiría más limpio en las nieves de
Suecia, leyendo desde la lejanía acerca de su gente y las diabluras más recientes
a que se entregaban?”
Cuando se fue a
radicar a Australia (2002), un año antes de recibir el Premio Nobel, comentó
a un amigo que estaba escribiendo una nueva novela, éste le apuró a inscribirse
en una oficina gubernamental para que le dieran, de seguro le darían, con sus
antecedentes, una subvención. Se sorprendió. En Sudáfrica –dijo el escritor– el
gobierno nunca ha apoyado a los escritores y la única oficina relativa a ellos
fue creada para censurarlos[xi]. No
podía venderse un libro hasta que el anónimo comité de censores lo autorizara. Vivió
su infancia en un lugar seco, difícil, agreste, dudando del idioma que hablaba
–inglés, la familia; afrikáner, sus congéneres–, inmerso en una sociedad de
judíos, católicos y protestantes y una familia no practicante, con un padre
abogado de poca presencia en el hogar, más bien rechazado por su fracaso
(dilapidó el dinero, endeudó a la familia), distante de la cultura predominante
que imponía el racismo, lejos de la sofisticación de las urbes. Siendo joven
decidió estudiar matemáticas, luego Lengua y Literatura Inglesa, se supo
escritor y se fue a Inglaterra a buscar destino, trabajó para la IBM.
En 1965 abandonó
Londres y se dirigió a Estados Unidos, donde se doctoró en Lingüística y
Literatura en la Universidad de Texas, en Austin. Allí conoció a grandes
profesores: Roger Shattuk, Ricardo Gullón, Borges, Octavio Paz, Alberto de la
Cerda, Charles Olson, Robert Criley, según nos cuenta Javier Marías[xii]. Estudió la obra de Ford Madox Ford, tuvo la fortuna de
encontrar los cuadernos en que Samuel Beckett había escrito la novela Watt mientras se escondía de los
alemanes durante la Segunda Guerra Mundial; descubrió también el origen de su
apellido, se inconformó con el gobierno americano y se fue de nuevo a su
tierra. En 1968 se mudó a Buffalo para trabajar en la Universidad Estatal de
Nueva York. Coetzee comenzó a escribir la memoria familiar. Esa fue su primera
novela: Dusklands (Tierras de Poniente). Después de tres años regresó
a Sudáfrica en 1971. Fue profesor de literatura en la Universidad de Ciudad del
Cabo hasta su jubilación. En Australia es profesor en la Universidad de
Adelaida, pasa un semestre al año en la Universidad de Chicago. Vegetariano.
Divorciado. Con una hija. Descree de los géneros literarios. Pasea en
bicicleta. Y no sé si ser abstemio, como lo es, sea de temerse, como diría el escritor tampiqueño Arturo Castillo Alva.
Tanto Coetzee
como Dostoievski vivieron fuera de su país; ambos se fueron por necesidad. Coetzee,
para escapar de la censura, la opresión, para encontrar un camino, deambuló por
Inglaterra, Estados Unidos -de donde se fue por su activismo-, Australia. El ruso,
acosado por las deudas heredadas de su hermano muerto y las propias huyó a Europa,
donde aprendió a odiar Alemania. Todos los artículos inciden en Dostoievski, poco
ven los textos que muestran el dolor del padre. Me parece que el autor buscó reconocer
a Dostoievski y al mismo tiempo usarlo para liberar su propia condición de
padre mutilado.
Su estilo es
siempre muy directo y rudo, cuenta con un ritmo constante que alterna frases
largas y cortas. Atmósfera pesada. Su registro está por encima del habla
popular, pero sin recargos ni ostentación de cultura. Creo que pertenece a la estirpe
de escritores como Günter Grass,
autores comprometidos con la vida, la realidad, la sociedad, los desamparados, sin
ser evidente. Hay entre ellos diferencias de personalidad. El Nobel alemán
actúa, escribe artículos y declara, mientras que Coetzee se concentra en el trabajo
literario, rechaza la vida mediática, aborrece hablar. Leerlo deja un regusto
acre.
Coetzee es
pasional y lúcido, inteligente y emotivo, las ideas conducen su prosa, pero
su pluma es el corazón. Creo que este libro es el horno donde transmutó
Coetzee su pesadumbre. Hurtó el dolor de su propia vida, la rehízo con
matices nuevos, aprovechó mitos, autores amados, para construir un
asunto poderoso. Preguntó al clásico, se preguntó, hurgó en las respuestas y
escribió un libro de búsqueda y viaje. Viaje a una ciudad para buscar a un
hijastro que murió, al interior de sus emociones para encontrar los propios
sentimientos, al remordimiento. Pero también hay viaje al interior, al yo reflexivo
encubierto, el yo del autor que emparenta con el drama, con la muerte del propio
hijo. Una historia en dolorosos veinte capítulos.
I ¿Qué
es un clásico? Una conferencia. Costas Extrañas. Ensayos 1986-1999. Ediciones
de bolsillo. Contemporánea. 2011.
II Es
curioso. Las librerías suelen acomodar los libros de manera fácil, para que el
lector los encuentre, y lo más común es usar la primera letra del apellido. Por
lo tanto, autores como Coelho y Coetzee departen y comparten en el estante, en
la letra C). Por otro lado, los autores que me han conmovido guardan algo en
común: yo. Son disímbolos. Y si busco mucho podría pensar que entre Coetzee,
Vila-Matas y Borges hay cierto tufillo, una literatura plagada de referencias o
un Kafka que asoma la nariz; y quizá lo maravilloso en García Márquez tenga
otra forma de vida en Bradbury.
III Orhan Pamuk. El novelista ingenuo y
sentimental. Dice “En las novelas bien construidas todo está relacionado
con todo lo demás, y esta red de relaciones crea, por un lado, la atmósfera del
libro y, por el otro, señala su centro secreto...” “El lector de novelas
literarias sabe que cada árbol
del paisaje –cada
persona, objeto, hecho, anécdota, imagen, recuerdo, información y salto en el
tiempo– está ahí para resaltar el significado más profundo, el centro secreto
que se halla en algún lugar bajo la superficie”.
IV Por
ejemplo: Anna se llamó la esposa de Dostoievski y el personaje femenino de
Coetzee. Pável, personaje los Karamazov y de Coetzee. Maximov es el
terrateniente de Los Hermanos Karamazov y el policía de Coetzee.
V En el
Diario de un escritor, Dostoievski se
refiere constantemente al maltrato de niños y jóvenes, y a los suicidios. En el
prólogo Víctor Gallego Ballestero apunta: “Los casos que más interesan al escritor
son, desde luego, los relacionados con los malos tratos infantiles y con el
suicidio”. En este Diario –versión
Kindle- observé cincuenta y cuatro veces la palabra suicidio-suicida, la mayoría
relacionadas con jóvenes.
VI http://www.solidaridad.net/educacion-y-solidaridad/index.php/19-biografia-de-dostoievski
VII En una carta incluida en Diario de un
Escritor, Dostoievski dice: “Entre los sucesos descollantes que han podido
influir en mi narración ha de incluirse el célebre asesinato de Ivánov por
Nescháyev, en Moscú”. Los hechos de Demonios constituyen el mismo marco de la
novela de Coetzee.
VIII http://elpais.com/diario/2002/11/30/babelia/1038616750_850215.html
IX Las
críticas neomarxista, neohistoricista, feminista y similares deforman la
literatura, la colocan al servicio de una ideología; es indudable, sin embargo,
que la vida del autor, sus circunstancias, con ello quiero decir que influyen
en su obra el peso de sus penas emocionales y sus miserias afectivas, la
moldean, la deforman, la conducen por vericuetos a veces extraños, a pesar de
él mismo. A veces la usa para ir contra ella, a veces a favor, a veces para
eludirla, pero siempre está presente.
X Infancia, Juventud y Verano, tres
libros que cuentan su vida desde una cierta distancia, como si fuera a hablar
de otro. Verano es un supuesto
cuaderno de notas de Coetzee, del cual parte un periodista para entrevistar a
cuatro mujeres y un hombre, acerca del escritor ya fallecido John Coetzee.
XI http://www.youtube.com/watch?v=1CGf-rNoSbQ
XII http://www.javiermarias.es/COETZEE/coetzeenobel.html
I ¿Qué
es un clásico? Una conferencia. Costas Extrañas. Ensayos 1986-1999. Ediciones
de bolsillo. Contemporánea. 2011.
II Es
curioso. Las librerías suelen acomodar los libros de manera fácil, para que el
lector los encuentre, y lo más común es usar la primera letra del apellido. Por
lo tanto, autores como Coelho y Coetzee departen y comparten en el estante, en
la letra C). Por otro lado, los autores que me han conmovido guardan algo en
común: yo. Son disímbolos. Y si busco mucho podría pensar que entre Coetzee,
Vila-Matas y Borges hay cierto tufillo, una literatura plagada de referencias o
un Kafka que asoma la nariz; y quizá lo maravilloso en García Márquez tenga
otra forma de vida en Bradbury.
III Orhan Pamuk. El novelista ingenuo y
sentimental. Dice “En las novelas bien construidas todo está relacionado
con todo lo demás, y esta red de relaciones crea, por un lado, la atmósfera del
libro y, por el otro, señala su centro secreto...” “El lector de novelas
literarias sabe que cada árbol
del paisaje –cada
persona, objeto, hecho, anécdota, imagen, recuerdo, información y salto en el
tiempo– está ahí para resaltar el significado más profundo, el centro secreto
que se halla en algún lugar bajo la superficie”.
IV Por
ejemplo: Anna se llamó la esposa de Dostoievski y el personaje femenino de
Coetzee. Pável, personaje los Karamazov y de Coetzee. Maximov es el
terrateniente de Los Hermanos Karamazov y el policía de Coetzee.
V En el
Diario de un escritor, Dostoievski se
refiere constantemente al maltrato de niños y jóvenes, y a los suicidios. En el
prólogo Víctor Gallego Ballestero apunta: “Los casos que más interesan al escritor
son, desde luego, los relacionados con los malos tratos infantiles y con el
suicidio”. En este Diario –versión
Kindle- observé cincuenta y cuatro veces la palabra suicidio-suicida, la mayoría
relacionadas con jóvenes.
VI http://www.solidaridad.net/educacion-y-solidaridad/index.php/19-biografia-de-dostoievski
VII En una carta incluida en Diario de un
Escritor, Dostoievski dice: “Entre los sucesos descollantes que han podido
influir en mi narración ha de incluirse el célebre asesinato de Ivánov por
Nescháyev, en Moscú”. Los hechos de Demonios constituyen el mismo marco de la
novela de Coetzee.
VIII http://elpais.com/diario/2002/11/30/babelia/1038616750_850215.html
IX Las
críticas neomarxista, neohistoricista, feminista y similares deforman la
literatura, la colocan al servicio de una ideología; es indudable, sin embargo,
que la vida del autor, sus circunstancias, con ello quiero decir que influyen
en su obra el peso de sus penas emocionales y sus miserias afectivas, la
moldean, la deforman, la conducen por vericuetos a veces extraños, a pesar de
él mismo. A veces la usa para ir contra ella, a veces a favor, a veces para
eludirla, pero siempre está presente.
X Infancia, Juventud y Verano, tres
libros que cuentan su vida desde una cierta distancia, como si fuera a hablar
de otro. Verano es un supuesto
cuaderno de notas de Coetzee, del cual parte un periodista para entrevistar a
cuatro mujeres y un hombre, acerca del escritor ya fallecido John Coetzee.
XI http://www.youtube.com/watch?v=1CGf-rNoSbQ
XII http://www.javiermarias.es/COETZEE/coetzeenobel.html
Gracias Guillermo por este impecable análisis de "El maestro de Petersburgo". Anoche terminé de leer el libro y me han resultado muy esclarecedoras tus interpretaciones.
ResponderEliminarHace poco descubrí a Coetzee, gracias al libro "El buen relato". A partir de entonces comencé a leer su obra, que me resulta cada vez más apasionante. Por suerte, todavía me quedan varios de sus libros pendientes.
Gracias nuevamente, un placer haber leído tu blog.