martes, 10 de abril de 2018


El tiempo, ese traidor
Elecciones, ética y miopía

Deambulaba con Queta por los pasillos del Cotsco, en Querétaro, medio perdido entre tanta comida, muebles, bártulos y electrodomésticos, cuando me sorprendió encontrarme frente a frente con un viejo conocido, que no veía al menos desde hacía tres años. Lo curioso del encuentro radica en que hace un año él regresó a vivir a Ciudad Victoria y por las mismas fechas nosotros empezamos un periplo permanente entre esa mi ciudad natal y Querétaro, donde él vivía.

Luego de la alegría y el abrazo, el comentario obligado –carajo, cómo es que nos venimos a encontrar acá–, el reconocimiento óptico que nos revela el grado en que la vida nos ha estropeado la cara, el cabello y la barriga, y la pregunta por la salud de los hijos, surgió el tema de moda: faltaban pocos días para las elecciones federales del 2012. Confieso que yo andaba de mírame y no me toques con ese asunto pues, desde que la violencia se encarnizó en el noreste de México, tengo la convicción de que los políticos son los directamente responsables, en particular los príistas que gobernaron los últimos sexenios la región donde habitamos. Su profunda corrupción es el origen, aunque también el aval de los votantes que, a cambio de unas láminas para techar la casa, unos bultos de cemento, unas camisetas plagadas de publicidad y un par de promesas obsequian el voto sin mayor consideración ni mucho menos.

Gracias a Twitter me enteré de muchas de las tropelías que suelen omitir los medios de información. Antes de que las redes sociales nos inundaran de información, tanto de la falsa como de la verdadera, incluso con singulares combinaciones de ambas, sabías por el chisme de sobremesa y las tertulias del café cómo se las gastaban los políticos para ganar. Durante décadas fuimos un pueblo pasivo que se limitó a contemplar el taqueo de urnas, el carrusel de votos. Pero desde hace unos diez años, a través de correos electrónicos, blogs, páginas web y luego en el Twitter y el Facebook la gente se animó a opinar, a informar fuera de los medios que se suponen debería de hacerlo.

Precisamente cuando me topé con mi amigo, estaba en pleno apogeo un escándalo político-electoral, según el cual el PRI habría comprado votos a través de tarjetas de prepago de Soriana y del Grupo Financiero Monex, además de otras linduras típicas de los procesos electorales, tales como el gasto excesivo en renta de aviones, triangulación de gastos, donaciones irregulares, etc.

Tengo bien claro que todos los partidos políticos mexicanos son falsarios, corruptos y manipuladores, que los políticos no poseen más ética que la que Maquiavelo y Mazarino recomiendan, pero en casa me enseñaron –se mama, dicen que se dice– que sin respeto no hay tranquilidad. Y comprar votos me parece, por lo menos, siniestro.

Para mi sorpresa mi amigo defendió el punto contrario. Se puso la casaca de los compra votos, con un argumento claro y preciso: No nos hagamos pendejos, dijo, los que andan en campaña con cualquier candidato tienen un objetivo personal: conseguir un buen empleo, billetes; así que si alguien recibe ofertas a cambio de su voto, pues me parece bien que saque lo más que pueda. Si me ofrecen un billete a cambio de mi voto, con gusto lo vendo. Lástima que nadie se me ha acercado con una buena oferta.

Por supuesto que sentí el furor propio de la educación judeo-cristiana, la indignación ante tamaña desvergüenza. La charla subió un grado y se tornó en discusión abierta, entre carritos de mandado familias apacibles que volvían la cara hacia nosotros al escuchar los denuestos lanzados por dos enrojecidos rostros. Más prudente, Queta irrumpió con amabilidad y nos recordó que se hacía tarde y aún había que hacer las compras. O sea que nos devolvió a la realidad y ambos volvimos a la cordura amistosa, la tolerancia ante las diferencias ideológicas y las conveniencias sociales.

No me sentí a gusto con la interrumpida polémica. Salí rumiando del Cotsco. Cómo es posible, le decía a mi esposa, que no se comprenda la diferencia entre interés personal e interés social, confundirlos es propio de mentalidades obtusas, de cínicos o de una profunda y enraizada cultura donde el individualismo llegó ya al extremo de negar la necesidad de vivir en sociedad. La ética tiene un sentido: evitar que nos despedacemos unos a otros. La ética se sustenta en un egoísmo inteligente, ya que si renunciamos a intereses personales a favor del llamado bien común, todos salimos ganando. Cuando elegimos a los gobernantes, le damos rumbo a la nación y se refleja en el bien común. O debería reflejarse. Vender el voto, ya sea por un paquete de galletas o un puesto público, es vender el futuro de todos.

Una de las virtudes que tiene el pájaro azul, el Twitter, estriba en ofrecer múltiples puntos de vista sobre un mismo asunto, lo cual incluye por supuesto una miríada de estupideces y visiones rocambolescas[1]. Hoy abrí, por fin, una cuenta pajarera, pues durante un par de años me resistí a escribir en tan pocos caracteres sobre cualquier cosa. Me cuesta mucho trabajo resumir tanto mis ideas, aunque sean éstas de suyo breves y simples. Eso sí, por motivos harto conocidos por los habitantes de mi nativa Ciudad Victoria (los infames secuestros, los constantes asaltos y robos de autos, las matanzas y descuartizamientos, los enfrentamientos a tiros) he seguido los hashtag para guiar mis pasos, ya que, inmersas en algunas de estas etiquetas la gente previene a la gente de los lugares donde se están matando los grupos delincuenciales, el kilómetro y el rumbo donde asaltan a los viajeros –las carreteras ya no son las de antes–, la zona donde lanzaron alguna granada o explotaron un auto.

Esta nueva realidad, repito, es producto de la corrupción. Medio mundo quiere enriquecerse a como dé lugar y de prisa. Por eso resulta fácil vender los votos y los cargos públicos. Qué más da. Vendemos la secretaría de obras públicas a los constructores y las plazas a seudomaestros, de la misma manera que vendemos las comandancias de las policías a los criminales.

Ayer amanecí con la noticia de que el IFE castigará a los partidos políticos por los abusos que cometieron en las elecciones. El lenguaje que usa el IFE no tiene un gramo de desperdicio. Por ejemplo, dicen que el PRI contrató, a través de un intermediario (caramba, eso cambia todo, hay un intermediario, ése de seguro es el tramposo y el partido es impúber, virgen, queda incólume) un servicio de dispersión de recursos a través de tarjetas de prepago.

¿Entendí bien? ¿Cómo se podría traducir? Me imagino que significa algo así: El PRI, para no dar la cara, contrató un servicio intermediario, mediante el cual pagó los servicios de mucha gente que trabajó para ellos en la elección. Cuando yo era joven y participabas en política se entendía que apoyabas un proyecto de nación, de modo que el partido no te daba más allá de las gracias, en todo caso uno le metía dinero propio y boteaba en las calles o visitaba a los conocidos para, con pena y todo, dar el sablazo, pues el propietario del local exigía el pago de la renta mensual.

Javier Marías escribió una vez que la palabra corrupto resulta superflua ahí donde la corrupción es la norma. Qué decir de mi ciudad, donde la ética salió a pasear y se extravió. El resultado es evidente, pero tal parece que seguimos ciegos y sordos y no somos capaces de relacionar la violencia y la inseguridad con la cultura de la corrupción.

Este año habrá elecciones locales en Tamaulipas. Unos pocos usan las nuevas tecnologías y comprenden la necesidad de ser activos y difundir una visión más generosa y ética de la sociedad. Pero no veo en el resto de la sociedad una respuesta ante el agravio. Pareciera que el miedo y los intereses personales nos volvieron pasivos. Qué nos aguarda.

Guillermo Lavín
23 de enero del 2013




[1] Al mismo tiempo inicio un blog, que en realidad es no es más que el Diario que escribíamos antes de que la era digital nos atropellara. Durante varios años escribí una columna en la revista de literatura A Quien Corresponda, que editamos Queta Montero, José Luis Velarde y yo durante muchos años. El tiempo, ese traidor. Era el nombre de mi columna, en ella contaba lo que me ocurría, mezclado con opiniones y a veces me atrevía a reseñar libros.  Ya sin la revista, mi foro natural, abandoné mi columna. Hoy retomo aquella sana costumbre.

jueves, 29 de marzo de 2018

Enrique Vila-Matas: MAC Y SU CONTRATIEMPO. ¿Sofá o poltrona?


Guillermo Lavín

¿Quién de nosotros no será siempre un extranjero solitario?
Thomas Wolfe.
EL ángel que nos mira.

¿Novela?

Enrique Vila-Matas no ceja en el empeño de ser diferente, de innovar la forma de contar historias, influido sobre todo por los escritores de los años cuarenta, cincuenta y sesenta, que retorcían el lenguaje, olvidaban la cara y pasaban al envés, cosían y descosían el texto, jugaban a las escondidas para que el lector trabajara extra y encontrara el hilo de la lectura, que inventaban fórmulas para generar vínculos intra, extra, hiper, super, ultra textuales.
En Mac… leemos una novela, una colección de cuentos, un ensayo acerca de la repetición y la falsa repetición de un libro previo del autor, una engañosa historia real mediante un diario y una confesión velada de sus influencias y gustos literarios.
El centro de la novela es una idea: no existe la originalidad, pues todo se repite. A pesar del genial revoltijo de géneros e historias breves encuadradas en una larga serie de digresiones, Mac y su contratiempo es una novela, lo cual es innecesario decir, pues casi todo cabe en una novela, sabiéndolo contar. Se puso de moda, por ejemplo, un tipo de novela realista donde se escribe como tal, pero que narra los hechos como se supone que en efecto ocurrieron. ¿Crónica novelada? Dos ejemplos: El adversario (Emmanuel Carrère) y El impostor (Javier Cercas). Un tipo de novela que se ciñe a los hechos y se niega a crear, pero permite recrear. Hace un par de décadas que se puso de moda la novela histórica y se vende horrores, para beneplácito de los editores. Las novelas bajo la forma de cuadernos personales que aparecen en arcones centenarios, el diario, la picaresca, la novela histórica, la ficticia novela histórica, la de viajes, romántica, bucólica, satírica, policiaca, costumbrista, cienciaficcionera, fantástica, especulativa y todas las que quieras añadir son bien vistas como novelas. La novela, entonces, adquiere extrañas formas de vida.
Por su parte, Mac y su contratiempo[i] contraviene la extendida idea de que la novela está grave y a punto de recibir la extremaunción. Escribe, al respecto, Luis Goytisolo: “En lo que se refiere a la novela, nos encontramos con que el género ha dejado de renovarse, de abrir nuevos caminos, y quienes de un tiempo a esta parte empiezan a cultivarlo no suelen hacer sino repetir fórmulas con mayor o menor talento. No es imposible que en el futuro alguien escriba una gran novela, pero sí tan improbable como que en la actualidad alguien componga una sinfonía equiparable a las de Mozart o Beethoven.[ii] Mac y… se da el gusto de repetir, pues no hay nada nuevo; de reflexionar acerca de la repetición y de abrir nuevos caminos a la novela. Autores como Vila-Matas contradicen tan extendida hipótesis.

El sofá y la tumbona

Mario Vargas Llosa nos ofreció la distinción entre novelas de sofá y de tumbona[iii], novelas para sentir y pensar con profundidad, y novelas para pasar el rato tirados en la playa, durante las vacaciones de verano. Mac… es de los libros que buscan caminos nuevos para escribir novelas, que ratifican la idea de que la novela de sofá no sólo vive, sino que a veces llega a las poltronas. Enrique Vila-Matas (EVM) nos cuenta una historia extraña, como son extrañas todas sus historias, que posee el don de fluir con velocidad. A ratos pareciera el desvarío de un enloquecido sexagenario barcelonés que perdió su trabajo y que dedica su tiempo a escribir un diario. Durante su vida cultivó la buena lectura y posee una cultura significativa, sabe que debe escribir, revisar, corregir, reflexionar el texto. Sale a caminar, observa a la gente, se topa con un odiado vecino, el escritor Sánchez. En sus andanzas descubrirá que éste fue novio de su esposa Carmen, a quien incluso le dedicó un cuento. Se le ocurre entonces que puede reescribir y mejorar el libro de Sánchez, donde está el cuento de Carmen, que fue escrito bajo la influencia del licor y, por tanto, plagado de párrafos insufribles. Mac escribe, camina y piensa. Sospecha que Sánchez y su esposa son amantes. Descubrirá que ella quiere irse, sin posibilidad de retorno. A él se le antoja irse también.
Mac es un personaje característico de EVM: aislado, ensimismado, reflexivo, que reniega de su entorno, que anda entre personas que parecen cercanas, pero son lejanas, como la esposa misma, que no alcanzo a ver con claridad, tanto, que supuse en algún momento que era una ilusión del personaje; Mac me pareció uno de esos seres incapaces de amar que buscan sin fortuna un sitio para arraigar. Mac acaba por identificarse con el ventrílocuo del cuentario[iv] de Sánchez, el vecino. El libro que quiere corregir tiene como tema central a un ventrílocuo que por celos asesinó a un hombre.

Repetir

La trama, ingeniosa y salpicada de humor y sarcasmo, disimula un concepto, una idea que los estudiosos de las artes y la literatura conocen bien: la repetición. Mientras leía, identifiqué el parentesco entre el libro de cuentos de Sánchez y la novela-cuentario Una Casa Para Siempre (1988), de EVM. Así que le fui a echar un ojo, ya que la recordaba con la vaguedad que los años impregnan. ¿Es una repetición? No, no es el mismo libro. El autor se vale de él, pero lo reinventa. En el diario Mac dirá cómo piensa contar de nuevo los cuentos de Sánchez, pero corregidos, lo cual origina que, en esta nueva novela, nos cuente cuentos que son y no son los de Una Casa para siempre.

A propósito de la tumbona

En Good Reads[v] encontré opiniones favorables y opiniones basadas en la ignorancia acerca de Una casa para siempre. Con la literatura de poltrona basta que sea de lectura fácil, que tenga un argumento intrincado y que nos sorprenda un poco, aunque este aspecto no es indispensable. Pero cuando es de sofá la cosa cambia, te tienes que acercar con herramientas, a veces con muchas herramientas (siempre me he cuestionado si vale la pena estudiar una maestría para comprender una novela). Para el lector común es absurdo, pero existe excelente narrativa en niveles intermedios, digamos que de sofá, pero con cualidades de poltrona; artística, pero sin las exigencias de Finnegans Wake.
La obra de EVM es un caso extraordinario. Para entender a fondo su trabajo se necesitan herramientas, mantiene una complejidad cimentada en una visión propia de la literatura e historias que nacen de ideas, más que de sucesos. No obstante, sus novelas resultan raras, interesantes, con sentido del humor, disfrutables, para leer echado en una tumbona.
Eso sí, leído en calma, con herramientas en la mano, se transforma y nos sorprende.

Repetir o no repetir, he ahí el dilema

Robert Musil en su Diario[vi]  anotó que sería “un experimento interesante desde el punto de vista de la psicología del arte, pintar otra vez un cuadro conocido, especialmente bajo diferentes iluminaciones y cambiando la expresión – tratándola, en suma– como algo autónomo.” La repetición es de esos asuntos que los teóricos mordisquean y que los artistas aplican. Repetir es la vida misma. Como los genes, parecidos y diferentes.
Si bien la repetición en el arte es aceptada, en un cuento o en una novela la repetición conduce a la escalofriante acusación de plagio. Basta con que una obra se parezca a otra para que se revele esa imputación infernal. El escritor argentino Pablo Esteban Katchadjian, en una osada apuesta, reescribió El Aleph, el extraordinario cuento de Borges. No importa si lo mejoró o lo destruyó, el hecho es que lo repitió, con, eso sí, muy discutibles modificaciones. Por ejemplo, dice El Aleph: “La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía…”, Katchadjian reescribió: “La candente y húmeda mañana de febrero en que Beatriz Viterbo finalmente murió, después de una imperiosa y extensa agonía…”. [vii] María Kodama lo acusó de defraudar los derechos de la propiedad intelectual y ganó el primer asalto. Una apelación del narrador, por demás interesante, obtuvo el sobreseimiento, debido a que, según su abogado, consiguieron “comunicaciones de universidades de Estados Unidos, de Inglaterra, de Alemania, hasta de China, diciéndole al tribunal que era un procedimiento literario legítimo”. Ya no supe más. En mi opinión el autor experimentó con el recurso de la repetición, a sabiendas de que le atraería una inmensa publicidad mediática.
Pero cuando la idea central se repite, presentada de diferentes maneras, nadie objeta. Samuel Taylor Coleridge escribió: «Si al despertar tengo en la mano la rosa con la cual soñé, entonces, ¿qué?» Me suena conocido, suena como a "Cuando desperté, el dinosaurio seguía allí", pero ahora es de Monterroso. Y no lo digo yo, la comparación la escribió Carlos Fuentes, en la presentación de una Antología del Cuento Norteamericano. Veamos ahora El sueño de Chuang Tzu: “Chuang-Tzu soñó que era una mariposa y no sabía al despertar si era un hombre que había soñado ser una mariposa o una mariposa que ahora soñaba ser un hombre”. Me recuerda a ¿Por qué?, de Edmundo Valadés: “En el sueño, fascinado por la pesadilla, me vi alzando el puñal sobre el objeto de mi crimen. / Un instante, el único instante que podría cambiar mi designio y con él mi destino y el de otro ser, mi libertad y su muerte, su vida o mi esclavitud, la pesadilla se frustró y estuve despierto... / Al verme alzando el puñal sobre el objeto de mi crimen, comprendí que no era un sueño volver a decidir entre su vida o mi libertad, entre su muerte o mi esclavitud. / Cerré los ojos y asesté el golpe. /  ¿Soy preso por mi crimen o víctima de un sueño?” Para concluir, recordemos El episodio del enemigo, de J. L. Borges. Tres cuentos sustentados en la misma idea de la confusión sueño-vigilia, pero con formas y tramas sutilmente disímiles.
Por el contrario, un pintor puede ofrecer variantes y repeticiones a partir del modelo, como el cambio de color o los detalles, el fondo, una pequeña modificación del punto de vista, el gesto, o una muy grande y evidente, y a todo el mundo le parece bien, brillante, plausible, genial. Algunos pintores son copistas y viven de reproducir con cierta fidelidad obras de los clásicos. Pero en el caso de Mac… no habrá problema: EVM se repite a sí mismo y se reinventa. La repetición es la base de una novela absolutamente nueva.

El origen de Mac…

Vi un par de conferencias de EVM[viii] donde confiesa que Mac… se originó en una mesa de café, durante una charla con su amigo el escritor Rodrigo Fresán. Los imaginé en amena conversación: a Rodrigo, sugiriendo el asunto y a Vila-Matas pensando que podría repetirse, valerse como un pintor del “oscuro parásito de la repetición”: habría que retomar un libro propio publicado y crear una variante, otra perspectiva, sería un ejercicio más cercano a la música y la pintura que a la propia narrativa. Como los pintores que una y otra vez pintan sus autorretratos. O los girasoles, los de Van Gogh, que medio mundo pinta para adornar salas de hogares y habitaciones de hotel. O las Meninas recreadas por Picasso.

La construcción

Como sabemos que a EVM le fascina engañar, distraer, inventar entrevistas, ser otro, ponerse máscaras, supondremos que esta confesión es verdadera, al menos en parte. Y ya que su literatura es autorreferencial casi siempre, es importante observar cómo ha construido al personaje Enrique Vila-Matas a través de entrevistas y artículos donde disfruta al confundir al entrevistador y al público, pues nunca se sabe, lo repito, si miente o no. Es, además, de los pocos escritores de su generación que aprovecha las redes sociales, que tiene un sitio en la internet donde, además de comentar sus libros y artículos, difunde los de otros que le parecen significativos. Ha reiterado que se inició en la escritura gracias a una revista donde publicó reportajes que se inventaba con personajes famosos[ix]. “Mientras se mantiene el interés y la curiosidad por el mundo, se está vivo y se es joven”, dijo a André Gabastou en un libro-entrevista. Esa actitud juvenil y la audacia para descreer de las formas establecidas persisten en su trabajo creativo, el cual incluye su propia personalidad pública, construida a lo largo de varias décadas.
Rodrigo Fresán opina que Una casa para siempre es el mejor libro de Vila-Matas.[x] De ella, Mac… se provee de una estructura, un ventrílocuo que sufre un agobiante problema con su capacidad para hacer voces y un asesinato. Mac, el personaje, que no es el autor, según ha dicho el autor (aunque se parezcan tanto), nos dice que la carta de un amigo le llevó a leer Causas y razones de las islas desiertas, del filósofo Gilles Deleuze. Luego añade el libro Diferencia y repetición, del mismo francés y, para que el lector siga tras las miguitas[xi], desliza una frase de un tal Marcelo Alé, que alumbra el sinuoso camino de la repetición: “Es porque no hay original que no hay copia, por lo tanto, tampoco repetición de lo mismo”, que me parece una frase que Mac se inventó. ¿O no?[xii]

El sendero infinito de la metaficción

La metaficción es un símbolo de identidad de Vila-Matas. Toma ideas de otros, las coloca en la cotidianeidad, las incorpora a las reflexiones y diálogos de los personajes para avanzar en la construcción de la historia, del argumento, la trama. Los guiños de Mac… están entreverados. Ejemplo: narra un cuento que es parte del libro de Sánchez: La visita al maestro. En éste, el ventrílocuo visita a un viejo y afamado colega con el fin de saber por qué lo admira tanto. La lectura del cuento me remitió al relato del mismo título de Philip Roth, donde un escritor novato visita a su admirado y viejo maestro. Roth comentó en un texto la relación real que mantuvo con Bernard Malamud, modelo del texto, que es, por supuesto, inventado. Supongo, entonces, que la visita del ventrílocuo es algún tipo de homenaje a Roth y al extraño proceso de aprendizaje que existe en la literatura, donde hay que aprender de los maestros para renegar de ellos.
La novela está cargada con referencias que indican una investigación, una confesión de influencias y un plan de lecturas del autor. Muchas de ellas aparecen, además de otros, en sus libros: Roussell, Kafka, Bolaño, Perec, Roth, David Markson, William Gaddis, Malamud, Pessoa, Cheever, Piglia, Borges, Gombrowicz, Pitol, Tristan Tzara. Entre él y Borges percibo ese factor común que me sorprende incluso en la relectura: imaginación y realidad se combinan, son una lemniscata, el símbolo matemático del infinito. ¿Dónde empieza una; dónde la otra?

Perder Teorías

En Perder Teorías,[xiii] novela-crónica-ensayo de EVM, el personaje –que también se parece mucho a EVM– reflexiona sobre el futuro de la novela y concluye que hay cinco rasgos irrenunciablesque deben estar presentes en toda novela que quiera pertenecer al nuevo siglo. Juguemos entonces su juego y preguntemos si Mac y su contratiempo posee estas cinco características, que, por cierto, no define, sólo ejemplifica.

La intertextualidad[xiv]

Constituye las rayas del tigre en su obra: las referencias a otros autores, a libros, a hechos, a diarios, a biografías, al cine, son un pasillo de mosaicos que guía en un césped. Por ellos transita el lector a brinquitos, con la certeza alegre de que a menudo será dulcemente engañado, pues es sabido que, como Borges, se vale de divertidos apócrifos.

Las conexiones con la alta poesía

Perder teorías revisa la novela En Grand Central Station me senté y lloré, de Elizabeth Smart, para explicar lo que busca en cuanto a registro poético. Pero no se refiere de modo estricto a “lo poético”, sino a la manera en que el texto se convierta en “una máquina de citas que ayudan a crear sentidos diferentes”. Dicho de otra manera: que la intertextualidad conduzca la escritura y abra nuevos caminos, muchos de ellos poéticos. De este modo encontró su método, como Roussell y Perec encontraron el suyo. Mientras Roussell buscaba palabras similares evocativas (dicho de modo simple), EVM busca ideas, frases, descripciones, versos, libros, hechos, películas, cuadros que impulsen su imaginación.

La escritura vista como un reloj que avanza

Me topé un buen rato con “la literatura como un reloj que avanza”. No conseguía comprender con claridad a qué se refiere, además de su sentido literal. Google me ofreció 412,000 resultados. Revisé los que humanamente pude, pero sólo apareció un texto que comentaba el sentido de esa frase[xv], y tampoco me lo aclaró. Mejor me fui a revisar los libros previos de Vila-Matas.
Riba, el personaje de Dublineses (2010), se queja de que lo invitaron a dar una conferencia en Francia y los organizadores no se presentaron, de modo que se quedó en el hotel, solitario, extranjero, menospreciado por los organizadores, y aprovechó el tiempo para crear una teoría de la novela, que tiró a la basura al irse a casa. Perder teorías se origina en esa anécdota.
Riba exhibe la contradicción que causa al ser humano un cambio de paradigma: ya no lee, ve; la cultura visual se apropió, dicen algunos, de la humanidad y desplazó al texto. No obstante, sabemos que la pintura, los objetos, las imágenes son mudas, mientras que el texto avanza como un reloj. En la novela, sea cual sea la forma en que se estructure, la escritura siempre avanza, y avanza agarrada de las referencias. Digamos que es como escalar un muro y para ello te agarras de piedras, salientes, huecos que tú mismo colocas: son las referencias, la metaliteratura, los links. En su ensayo Explorador que avanza[xvi]explica la idea: es la relación entre la realidad y la ficción. La vida es una mezcla, con mayor razón la escritura, por eso sus novelas son así, un caleidoscopio de géneros. Para ilustrar su idea se vale de Nabokov: “Durante un tiempo, con paciencia, me he limitado a dar cuerda al reloj de Nabokov: «La ficción es ficción. Calificar un relato de historia verídica es un insulto al arte y a la verdad. Todo gran escritor es un gran embaucador.» Y punto”. Es un explorador que, como Kafka, avanza hacia el vacío.

 La victoria del estilo sobre la trama

El argumento de Mac… parece poco importante. Pero la estructura, la manera en que vincula este libro con Una casa para siempre, el flujo del texto, las ideas de fondo y la manera de contar constituyen un estilo inconfundible. El entramado, por tanto, es ligero. Al respecto, Vila-Matas comenta lo que John Banville respondió en una entrevista: “El estilo avanza dando triunfales zancadas, la trama camina detrás arrastrando los pies”. Además, empata con la idea de J. M. Murry acerca del estilo: “Estilo significa esa individualidad de expresión gracias a la cual reconocemos a un escritor[xvii]. Una novela del siglo XXI será aquella que dé preferencia al estilo sobre la trama.

La conciencia de un paisaje moral ruinoso.

Kafka vio el futuro del hombre atrapado por la burocracia, la masa de hombres, el ejercicio sojuzgador del poder. Somos la cultura más guerrera de la historia. Ver y comprender esto provoca en el ser humano cierto vacío, la nada, que se refleja en Mac…, un sujeto que vive una vida extraña, que busca escapar de esa vida y piensa que hay que huir, salir de ahí, irse a donde sea otro. Quizá en el camino se reencuentre. El paisaje es, en efecto, ruinoso. Ver y comprender el vacío en que vivimos, la pérdida de humanidad, el inmenso poder que hemos conferido al estado para mantenernos en la ignorancia, en la inmovilidad. Hay que salir, hay que caminar, hay que avanzar. Intentarlo, al menos.  

Sumemos

En efecto, Enrique Vila-Matas sigue la ruta que trazó: Citas, citas manipuladas, citas falsas, alusiones, autoficción, hibridación de géneros, novela y colección de cuentos, estilo ameno, humor, una visión decadente de la vida y el ensayo de una idea (la repetición).
La forma de leer este libro dependerá de que el lector tenga links con la cultura del autor, pues tiene múltiples nexos con muy diversos asuntos y en especial con su novela Una casa para siempreMac… está repleto de intertextualidad y de metaliteratura. Disfruté los nexos con otras obras, con sus propias novelas, con las calles de Barcelona, el ambiente de sus bares, pero percibí también que, si no conociera esa ciudad ni sus bares, si no hubiera leído Una casa para siemprePerder Teorías, El viento ligero en Parma Dublineses, la novela me parecería por igual divertida, con plausibles momentos de humor negro. Por eso Afirmo que Mac y su contratiempo está diseñada para ser degustada en la poltrona o en el sofá.

Algo personal

Cuento ahora una de esas coincidencias que le suceden a uno: Mac… menciona la avenida Diagonal, la calle Calvet, la calle Urgell, el cruce de la calle Casanova con la calle París. En 2008 Queta y yo fuimos a Barcelona, rentamos por un mes un ático en Comte Borell a una pareja de estudiantes peruanos que salían de vacaciones a su tierra.
Años antes del viaje leí muchos artículos de Vila-Matas en las revistas Vuelta y Letras libres. Disfrutaba de su visión sarcástica y su oscuro sentido del humor. La víspera de nuestro vuelo a España cayó en mis manos una novela breve: La asesina ilustrada. La leí de un tirón mientras cruzaba el Atlántico en el incómodo, odioso y cicatero asiento de clase turista. Me encantó. Al día siguiente, instalados en tierra catalana, salí a buscar una librería. Encontré la Casa del Libro en Passeig de Gracia, cerca del edificio La Pedrera, y compré los títulos disponibles de EVM, que por cierto significaron más tarde un tremendo susto cuando me dijeron en la aerolínea que debía pagar cien euros por los kilos que llevaba de más en la maleta al regresar a México, pero importo poco, pues la felicidad viajaba conmigo. Elegí leer primero París no se acaba nunca, echado en el minúsculo dormitorio, y supe que había encontrado un autor para siempre. Tirado en la cama, ignoraba que estaba situado a unos pasos de las calles donde vive Mac, ese personaje tan parecido a Enrique Vila-Matas.
Me pregunto si me habré cruzado con él en aquellas calles.





[i] Mac y su contratiempo. Enrique Vila-Matas. Ed Seix Barral.
[ii] Naturaleza de la novela. Luis Goytisolo. Ed. Anagrama. Colección Argumentos. Premio Anagrama de Ensayo. P.175
[iii] La muerte de la novela. Mario Vargas LLosa. http://www.letraslibres.com/mexico/la-muerte-la-novela)
[iv] La RAE aún no reconoce este neologismo, pero como es de uso común en Internet, me lo apropio. Me parece más fácil decir cuentario, que libro de cuentos.
[v] https://www.goodreads.com/book/show/1795985.Una_casa_para_siempre
[vi] Diarios. Robert Musil. Debolsillo. Contemporánea. Tomo 1, página 77.
[vii]https://www.nytimes.com/es/2016/11/30/el-caso-del-escritor-sentenciado-por-alterar-un-cuento-de-borges/
[ix]Fuera de aquí.  Conversaciones de Enrique Vila-Matas con André Gabastou. Galaxia Gutemberg. P.19 y ss.
[x] Enrique Vila-Matas y la búsqueda de la novela total (1973-2007): mestizaje genérico e intertextualidad. Papa Mamouer Diop. Tesis doctoral, Universidad de Valladolid. 2015. P. 47.
[xi] Menciona otros libros y autores, como Yo ya he estado aquí, de Jordi Balló y Xavier Pérez.
[xii] http://microscopia2007.blogspot.mx/2010/04/gilles-deleuze-y-la-filosofia-de-la.html
[xiii] Perder teorías. Enrique Vila-Matas. Seix Barral. 2012
[xiv] Él es Vila-Matas, no soy Bartleby. Juan Martins. Ediciones Estival. 2014
[xv] La escritura vista como reloj que avanza. Un análisis intermedial de la novela Dublinesca. Jeremias Nilsson. https://gupea.ub.gu.se/bitstream/2077/36464/1/gupea_2077_36464_1.pdf /
[xvi] El viento ligero en Parma. Enrique Vila-Matas. Ed. Sexto Piso. 2008.
[xvii] El estilo literario. J. M. Murry. Fondo de Cultura Económica. 1976.

sábado, 6 de enero de 2018

El imperio de Sam

Guillermo Lavín


[NB: El 14 de diciembre pasado, mientras escombraba la basura acumulada durante lustros en mi estudio, encontré unos sobres amarillos con fotos de personas que no sé quiénes son; muchas otras fotos, donde sí sé quiénes son, pero que no me interesa conservar, y diversos recibos y documentos ya inútiles, recortes de periódicos engomados en papel bond que alguna vez fue blanco. Extraje del archivero varias carpetas añejas donde resguardé artículos, cuentos, poemas y crónicas que publiqué en periódicos locales. En la marea de cosas destacó un recorte de periódico que desconocí por un instante, titulado El Imperio de Sam. ¡Por supuesto! -recordé de golpe-, era un comentario que publiqué la vez que Willy Samperio presentó en Ciudad Victoria su libro Gente de la Ciudad. Un rato después, Facebook me recordó que hacía un año, ese día 14, murió mi tocayo. Por eso, y vista la casualidad de reencontrarme con este texto en dicha fecha, lo subo al blog, en reconocimiento a su labor como cuentista excepcional, al amigo que fue y al maestro de quien aprendí, pues lo que escribí entonces, lo suscribo ahora.]


Conocí a Guillermo Samperio a principios de 1981. Cargaba unos veinte kilos más bajo la ropa y escondía la cara atrás de una espesa barba. Al principio lo consideré un hombre triste; supuse que alguna melancolía lo rondaba. Nuestras primeras conversaciones ajenas a la oficina fueron en la cafetería de la librería El Juglar, al sur de la Ciudad de México. Me recomendó lecturas y charlamos largo y tendido. Me contó de sus andanzas en la izquierda, su oficio de dibujante y de corrector de estilo, su formación en talleres literarios, donde destacaba los de Tito Monterroso y Arreola. Me di cuenta de que no es un hombre triste ni melancólico. Su mirada es engañosa. Es meditativo y observador agudo, con un sentido del humor que confunde; casi nunca se sabe si habla en serio o en broma. Sin embargo, en sus textos no hay dudas. El humor negro, la picardía desenvuelta y la palabra justa matizan sus trabajos. En los primeros libros ––Cuando el Tacto Toma la Palabra, Fuera del Ring, Miedo Ambiente–, Samperio usó el hacha para atacar la injusticia, con ganas de evidenciarla. En los últimos libros –Textos Extraños y Gente de la ciudad–, cambió el hacha por el estilete.

Rastrear su obra es viajar por el rock, el '68, la protesta investida de mezclilla, morral y huaraches; la fantasía desbocada, el futbol, el box, el sexo y, ahora, por una ciudad que, para donde tiendas la vista, enseña concreto encantadoramente agrietado. Guillermo se siente orgulloso de ser defeño, ahora que tantos reniegan de su ciudad. En noviembre de 1982, Samperio participó en una mesa redonda sobre La Creación Literaria y la intimidad del Escritor, en Coyoacán. Ahí dijo que: "En un escritor el gusto de la escritura debe tender a ser diverso, en especial en lo que a los cambios formales se refiere". Afirmó también que, si el lector evita la copia, "habrá de nutrirse necesariamente de otras fuentes. Estas tienen que venir del entorno sociocultural que rodea a la escritura". Y su entorno es, sobre todo, la Ciudad de México.

Guillermo Samperio aplica sus hipótesis a sus textos: recoge su entorno y juega con él dándole formas a veces inauditas, desde la minificción hasta cuentos que habitan cuentos. En cuanto la mirada peculiar que posee Samperio, me gustaría recordar algo que aseveró Thomas De Quincey hace unos ciento sesenta años, refiriéndose a la incapacidad del individuo común cuando intenta dibujar con perspectiva: "En todos los casos esa persona, a menos que haya observado en los cuadros la manera como los artistas logran tal impresión, será del todo incapaz de acercarse en lo más mínimo al efecto deseado. ¿Cómo explicarlo, si es algo que ha visto todos los días de su vida? La razón es que permite el predominio de su inteligencia sobre sus ojos". La concepción literaria de Samperio coincide con De Quincey: el olor de una mujer, el color de las hojas de un árbol, la frialdad de un espejo. En sus manos, los sentidos toman la palabra, confronta una realidad tortuosa con su singular sentido del humor y produce imágenes imposibles, dulces, tiernas y feroces. Pareciera como si su propósito fuera el trasladar al lector de la metáfora a la dura realidad.

El oficio de transitar a diario en el escaso espacio que brinda la página entre letra y letra le permite a Guillermo arrancar al lector interés, curiosidad, ternura, desconcierto, sonrisas; nos entretiene a la manera que definió Felisberto Hernández: "Tanto en las trampas del arte como en las trampas de la ciencia, hay grandísimas emociones y la emoción es, precisamente, el queso de las trampas de entretenerse". Y es que cuando el cuento arranca no sabemos qué pretende, a dónde nos conducirá. Son textos que padecen de esa extraña lógica que demuestra que dos más dos no siempre suman cuatro.

Gente de la Ciudad toma el pulso a lo cotidiano, nos recuerda que cualquier constelación habita en un punto. Contiene seres extraños que podríamos ser tú y yo, crónicas que simulan cuentos y al revés, prosas de confesión poética como la “Complicada Mujer de Tarde", terribles como un “Retrato con Jacaranda”, siluetas tiernas como el “Hombre de Negro”; se pasean los burócratas y el vendedor de camotes emite un silbido que pregona tristeza; deambulan las miradas en los traseros muy mirados; hay patronas y sirvientas, mota y cigarrillos Benson, wiski, alcohol de botica y hasta un prólogo cuya fe de influencias sorprende al más aguzado, pues ahí mismo coloca el primer sebo, el buen queso de Felisberto.

Samperio sabe escribir con perspectiva, siente lo que otros no ven, aunque pasen a un lado, y pone el queso para que el lector caiga. Con Gente de la Ciudad Guillermo Samperio confirma lo que Juan Rulfo dijo a UNOMASUNO, entrevistado en 1981: "Tenemos esperanzas en jóvenes que van a dar el ejemplo de la literatura de mañana". En esa ocasión, el primer nombre –entre varios escritores jóvenes– que vino a la memoria de Rulfo fue, precisamente, el de Samperio. Y creo que tenía razón.


Publicado en el periódico La verdad, de Ciudad Victoria, Tam. Miércoles 26 de septiembre de 1990. Sección Cultural.